jueves, 30 de abril de 2015

ORACION AL ÁNGEL DE LA GUARDA






Oración a nuestro Ángel de la guarda

La función primera de los Santos Ángeles es la alabanza a Dios.
Pero también les ha encomendado Dios la terrible batalla contra
Satanás y todos los malos espíritus, bajo las órdenes de la Santísima Virgen.
Su lugar es pues esencial en los designios victoriosos
de la Mujer revestida del sol frente al Dragón rojo "embriagado
con la sangre de los santos y de los mártires" ( Ap 17,6). Y, 
como
están siempre a nuestro lado en la lucha, 
dándonos fuerza y valor, curando nuestras heridas y 
defendiéndonos del Maligno,
procuremos vivir siempre en su compañía.


Ángel Santo, tú eres mi guardián, mi tutor y mi maestro,
mi guía y mi defensa, mi sabio consejero y mi fiel amigo,
a ti estoy encomendado por la bondad del Señor desde el
día de mi nacimiento hasta la última hora de mi vida.
¡Qué respeto te debo, tú que estás siempre a mi lado, allí
donde vaya! ·
Con cuánto reconocimiento he de agradecerte el amor
que me tienes. ¡Qué confianza ilimitada me da el saber que
eres mi ayuda y mi defensor! Santo Ángel, enséñame, corrígeme,
guárdame y guíame por el camino recto y seguro
de la Ciudad Santa de Dios. No permitas que haga nada
que ofenda tu santidad y tu pureza. Presema mis deseos al
Señor, ofrécele mis oraciones, muéstrale mis miserias y hazme
saber desde su infinita bondad , por la intercesión maternal
de tu Reina, María Santísima, cómo alcanzar la sanación.
Vigila cuando estoy descansando, sostenme cuando
estoy cansado, sujétame cuando voy a caer, levántame
    cuando he caído, indícame el camino cuando estoy 
perdido,
devuélveme el valor cuando estoy extraviado, ilumíname
cuando no veo, defiéndeme cuando soy atacado. Y,
especialmente en el último día de mi vida, sé mi escudo
contra el demonio. Con tu defensa y tu conducta, ayúdame
a entrar por fin en la morada radiante donde eternamente
podré expresarte mi agradecimiento y glorificar contigo
al Señor Dios y a la Virgen María, mi Reina y la tuya.
Así sea.

¡Ángel de Dios, tú a quien he sido confiado por la bondad
divina, ilumíname hoy (o esta noche), protégeme,
dirígeme y gobiérname! Así sea.