Ayuda de otros Ángeles superiores
Cuando un alma camina en la senda de la perfección, recibe, además del ángel custodio, diversos otros ángeles de mayor jerarquía, es decir, a alguno del tercero o cuarto orden, que son de las Virtudes y Potestades. El segundo ángel de usted (escribe a la hermana H.Sch.) es uno de la compañía de San Gabriel, es decir, un hermano de mi querido arcángel. Yo veo a mi ángel a menudo; lo envío a veces a mis hijos espirituales, y le pido que me ayude. Es un ángel grande, muy hermoso, con cabellera de oro: él es serio y sumergido en Dios; pero a veces sonríe dulcemente, especialmente cuando le encargo mis oficios hacia mis hijos espirituales.
Nosotros, los que seguimos la devoción de Grignon de Monfort, los socios de la Hermandad de Oraciones a María Reina de los corazones, tenemos todos dos ángeles: nuestro ángel custodio y un segundo ángel de la compañía de San Gabriel, es decir, un arcángel.
Servicios que nos prestan los Ángeles.
Yo veo a mis ángeles y los llamo en mi ayuda. El arcángel me acompaña en místicas peregrinaciones; él me lleva y me trae luego de vuelta. A menudo presto este poderoso ángel al cura párroco. Cuando estoy por escribir algo que no conviene, enseguida me hace una amonestación.
Una vez recibí una carta muy larga, y estaba a punto de escribir a esa persona que abreviara lo que quisiera escribir, pero mi arcángel me dijo enseguida: ``¿No piensas ya en tu voto de padecer siempre? Y al mirar mi Crucifijo, pensé: ¡Cuántos trabajos ha llevado Jesucristo por mi! Quiero ser ahora más paciente.
El ángel se me aparece, dice a una persona de su confianza, en diversidad de vestiduras significativas. Si se presenta en verde claro, me anuncia pequeñas penas y contrariedades. Si viene de verde oscuro, me anuncia grandes penas. Si viene, en cambio, con vestiduras sacerdotales, con alba y estola cruzada, entonces me anuncia gracias extraordinarias y viene solemne y contento.
De noche viene a menudo con vestido de peregrino y con bastón de camino: es señal que me viene a buscar
Como le manifestara esa persona su extrañeza que volara así con el ángel, respondió: ¿Cómo podría yo declarar esto? Pensad: mi ángel me echa encima un manto oscuro, de modo que estoy asi cubierta, o me envuelve en una densa neblina, y entonces, viajamos. ¿A dónde? La semana pasada estuve cada noche en Bélgica: tenía tres pecadores que convertir y prepararles a recibir los últimos sacramentos; era un trabajo, por cierto, muy pesado. Se resistían y no querían hacerlo: al fin pude vencerlos, y los tres murieron reconciliados con Dios y bien.
En el mes de mayo pasado (1919) estuve tres noches en Haunstetten, cerca de Augsburg. Aquí se había cometido un grave sacrilegio con el Santísimo Sacramento, el tabernáculo robado, las santas hostias desparramadas y pisadas por los ladrones.
Pude con mi arcángel juntar las partículas de las hostias que estaban en el suelo y pegadas en los zapatos de los ladrones... y luego, delante del tabernáculo, ofrecer reparación...
Del
cuaderno espiritual que por orden de su confesor escribía diariamente
la Sierva de Dios Magdalena de la Cruz, fallecida en 1919 en Munich.