``Fuego de Dios´´: combate el espíritu de la ira, del odio y de la impaciencia. Con la dulzura y la paciencia nosotros vencemos y atamos a éste espíritu malvado. Es manso y paciente. ``Aprended de Mí que soy manso y humilde de corazón y hallaréis descanso a vuestras almas´´ (Mateo 11,29).
San Uriel nos rodea con su corona ardiente de amor, de paciencia y de bondad. Él cuida todos los lugares de las apariciones enriqueciéndolos de gracias. Jesús afirmó en una de sus revelaciones: ``Cuando los ejércitos rojos avancen, ellos atravesarán tan solo al precio de la muerte y con la pérdida de sus vidas el cinturón de fuego colocado delante de los lugares de las apariciones de mi Madre´´. Ya en el cuarto siglo San Uriel es recordado en el martirologio.
Él tiene en su mano izquierda la antorcha ardiente, la llama ardiente del amor de Dios. El Señor, en efecto ha dicho: ``¿Yo he venido a prender fuego a la tierra; y cómo desearía que ya estuviese ardiendo´´ (Lucas 12,49). Que ello arda en vuestros corazones, el fuego de la gracia y del Amor de Dios. Cuan grande sea su deseo de esto, lo vemos en su Sacramento de la Eucaristía.
Allá está su Amor que vence toda cosa viviente, escondido en su carne y en su sangre, para estar siempre con nosotros. Sobre el altar y en el tabernáculo esta la fuente del Amor, allá esta la Omnipotencia por excelencia!
Allá nosotros deberíamos encontrar la gracia, para que el fuego del Amor se haga en nosotros luz viva y resplandezca en las tinieblas. Si nosotros nos postramos humildemente adorando con gratitud y respeto a Dios en este Santo Sacramento; entonces también en nosotros arderá el fuego del Amor de Dios y llegará a ser luz.
``San Uriel
rodéanos con el cinturón de fuego,
ven en nuestra ayuda con tu ejército celestial,
Y enséñanos a hacer como ha hecho Jesús,
aquí en la tierra.
Amén´´.
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